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EL LIBRO DE LAS AVES
16 Sep - 23 Dic
EL LIBRO DE LAS AVES
Manuel León
La primera exposición individual de Manuel León (Sevilla, 1977) en la galería Yusto Giner marca un nuevo comienzo en su trayectoria y supone un cambio de inflexión con respecto a temáticas y asuntos anteriores. El giro es significativo. Parte de una especie de regresión positiva a la infancia y el gusto de pintar, buscando en el origen de lo que uno es en ese estadio primario indeterminado que luego permanece por siempre en nosotros y da sentido a lo que somos posteriormente. El punto cero de ese germen podría encontrarse en ‘Las aves’, su libro preferido de niño, el primero donde copió dibujos con apenas cinco años. En ese tiempo, igualmente, también veía muchos películas animadas de Walt Disney, le fascinaban. Sin que nadie le dijera nada, se fijaba en el trazo en movimiento que aparecía en el borde de las figuras, eso le llamaba mucho la atención. En ‘El libro de la selva’ (1968), por ejemplo, se muestra muy claro ese límite borroso alrededor de algunos personajes principales al desplazarse. En estos dos pilares iniciáticos, podríamos encontrar la savia que nutre esta transición actual hacia un estilo más suelto, menos rígido. Se han abierto muchas posibilidades con esta redención. Volver a la niñez supone la recuperación de un gusto descontaminado de prejuicios; una especie de paraíso perdido, inocente y feliz, al que acudir para recobrar un espacio propio de libertad.
El nombre de la muestra es un homenaje explícito al libro primero que le marcó. Ese manual ornitológico, lleno de cuidadas ilustraciones, pertenecía a su padre, que aunque era empleado de banca, practicaba como afición la pintura. Es probable que lo comprara en alguna librería antigua, seguramente porque le llamaron la atención sus coloridos dibujos, poco habituales entonces. Un día Manuel recortó una gaviota de una de sus páginas y su progenitor, enfadado, lo guardó en la parte superior de un mueble. Su padre no le dio importancia, pero para su hijo supuso una desilusión enorme el veto a ese mundo fantástico al que accedía a través de las imágenes. Al tiempo, su hermano mayor prestó ese ejemplar a un primo que criaba pájaros en un terreno a las afueras del pueblo, por lo que ‘Las aves’ estuvo fuera de su casa más de una década. Aunque durante su infancia se acordaba muchísimo de él, no vuelve a recuperarlo hasta que tiene en torno a quince años. A llegar a la facultad de Bellas Artes de Sevilla y tener su propio estudio, de lo poco que se lleva allí es esta publicación grande de tapa dura, que se convierte en algo así como un talismán personal al que acude de vez en cuando. Un dato revelador es que en el lecho de muerte de su padre, lo único que le pide en herencia es el libro. De los tres hermanos, era al que con diferencia sentía más apego por ese objeto fetiche. Ahora el artista vuelve a él para convertirlo en un leitmotiv que le lleva al disfrute de la mano, apostando por la intuición y el dejarse llevar sin necesidad de justificarse o verse juzgado por los demás. Recuperar esa piedra angular del origen de su pintura tiene algo que ver con la obsesión por el dibujar, con esa verdad misteriosa que nos incita de pequeño hacia determinados lugares y es capaz de activar resortes inexplicables en nuestro interior.
En esta exposición el artista se fija en algunos de los secundarios más carismáticos de Disney, pero irán apareciendo otros en los próximos meses, la veta es prolífica. Veremos en lo sucesivo a Kaa, Baloo, Pepito Grillo, Campanilla o Sebastián, seguro. También se irán sumando otras figuras célebres de las series de televisión para niños que veíamos en los ochenta. Tom & Jerry, Los Picapiedra, el oso Yogi, Don Gato o Maguila Gorila es probable que emerjan tarde o temprano. Aunque se crearon en los estudios de Hanna- Barbera, igualmente impregnaron nuestro acervo infantil, forman parte de ese magma indefinido asociado a un periodo de nuestras vidas. No es cuestión de trazar bordes excluyentes e ir sólo por un camino, esas lindes no existen en nuestros recuerdos, más bien al contrario: cualquier dibujo animado es susceptible de convertirse en material útil para Manuel León si hace saltar algún resorte y encaja en la composición. En su trabajo, los fondos son igual de importantes o más que los protagonistas, sostienen la estructura del cuadro y cohesionan la totalidad. Ahora poseen menos información y más jerarquizada, están más sueltos, se percibe con más claridad la escena. En el lienzo de mayor tamaño dedicado a Shere Khan (Y si fuera un problema de Belleza o El esplendor de la Edad Media, 2022), ese carácter selvático es un guiño a Henri Rousseau, el aduanero. Un antagonista como este tigre de bengala de acompasados movimientos y afilado cinismo, no podía faltar, acapara el máximo protagonismo en esta muestra que abre la serie. ‘El libro de la selva’ es uno de sus dibujos animados preferidos de siempre, una adaptación libre que difiere bastante del original de Rudyard Kipling. Mientras la versión cinematográfica transmite un mensaje optimista en torno a la amistad, el libro resulta sombrío y oscuro, una crítica velada al mito del buen salvaje. Al final del relato, Mowgli es ayudado por los buitres Buzzy, Dizzy, Flaps y Ziggy, que son torpones y simplones, pero bienintencionados. Sus pelos desgreñados nos remiten directamente a Los Beatles, en boga los años de su estreno en las salas a finales de los sesenta. Su presencia y continua espera posee algo lúgubre no exento de gracejo, quizás podría interpretarse como una particular vanitas, apta para pequeños, relacionada con el ciclo de la vida en la Naturaleza. No es casualidad que este cuarteto revolotee en dos obras presentes en la galería (¿Y qué vamos a hacer?, 2022; Autorretrato, 2022). La reticencia en este motivo posee algo existencialista. Más aún si el que aparece en una de ellas es su propio autor.
La nueva línea que comienza con ‘El libro de las aves’ no es exactamente un reseteado, hay elementos que persisten y se mantienen. El ritmo de cambio de Manuel León de una serie a otra es pausado, se obsesiona y se mete tan dentro del trabajo que le cuesta salir. No es fácil dejar etapas atrás para un artista investigador que busca hasta el último recoveco del asunto. Le ha ocurrido con las costillas, donde ha explotado el tema desde lo simbólico-histórico del comienzo en 2017 hasta lo matérico-surface de sus últimas plantas, hace ahora pocos meses. Cinco años inmerso en una aventura que da por finalizada ahora, en el verano de 2022. Se cierra un ciclo, se abre otro. Máxima expectación. Los ánimos renovados y la motivación en alza, una energía que permite fluir con naturalidad hacia lugares inexplorados donde hacer crecer la obra y seguir aprendiendo. Manuel afirma que tenía ganas de volver a las escenas para amplificar su trabajo desde un territorio idiosincrásico de su temperamento como el narrativo, un lenguaje personal inspirado en parábolas (común en la Historia del Arte, pero denostado hace unas décadas por los exegetas de lo contemporáneo), que sin especificar nada ni dar argumentos, se ponían en su contra con una actitud iconoclasta. Nunca más lejos de la realidad de la pintura del siglo XXI, que por suerte apuesta con desprejuicio por una figuración liberada de corsés capaz de empatizar con todo tipo de públicos, sin exclusiones. Quizás ese sea uno de los rasgos que definen hoy el panorama, la liberación de un dogma ideológico que colocaba un canon de cuadros por encima de otros. Manuel León si es fiel a sí mismo, debe posicionarse desde ese manierismo alegórico que sustancia su estilo, hacerse fuerte desde ese baluarte, dejarse llevar por su mundología, que es extensa y plena de matices. Poca gente posee esa amplitud para contar desde lo pictórico un relato tan sugerente, superponiendo capas y entrecruzando historias.
Sema D’ Acosta
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Detalles
- Comienza:
- 16 Sep
- Finaliza:
- 23 Dic
- Categoría del Evento:
- Manuel León
- Etiquetas del Evento:
- Manuel León
Local
- Yusto/Giner Gallery
-
C/Madera nº9
Marbella, Málaga 29603 España - Teléfono:
- +34 951 507 053