Un secreto exacto

Una mano se mueve, a tientas. La mano encuentra un pequeño pomo del que tira hacia delante. Al meter la mano en ese espacio que acaba de abrirse, la mano busca y rebusca. Una mano que se alza en la penumbra con la intención de abrir un lugar.

¿Qué elegimos guardar en el cajón de nuestro escritorio? ¿Bajo la cama? ¿En el final abrupto de la mesilla de noche? ¿Detrás de los libros de aquella estantería que heredamos? ¿Se imaginan una casa sin un escondite? Un espacio en el que absoluta- mente todo estuviese expuesto, donde por el pasillo nos encontrásemos un peluche antiguo; una primera carta junto al grifo del baño; el retal de alguna prenda en la encimera de la cocina o los lápices resquebrajados colgando del perchero de la entrada. Todas esas cosas que guardamos por ser algo son, en el caso de Emmanuel Lafont (Buenos Aires, 1980), las formas tangibles de su creación artística: acuarelas, bocetos, dibujos, restos de grafito…

La obra de Lafont empuja a replantearnos qué vemos cuando leemos y qué leemos cuando vemos. El artista porteño nos pone frente a nuestra historia, eso que nos pasa, día tras día, como pequeñas ficciones cotidianas, pero en la nueva exposición que presenta en la galería Yusto/Giner, Lafont realiza un sutil paso al frente para ponernos ante su historia. «La vida en los cajones» es un acercamiento de puntillas a los secretos del artista, pero más concretamente a un secreto exacto: ese momento, casi siempre imperceptible, en el que la idea inicia el trazo. Estas transiciones alegóricas son las que Lafont ha querido exponernos, traer-fuera para que recordemos ese silencio que habita el lugar en el que guardamos las cosas. En estos cajones, el objeto es imagen: vuelven desde los murmullos custodiados en los escondites; desde los pasillos, el grifo del baño, la cocina o el perchero de la entrada. Allí surgen los pequeños restos que aquí son trazos. De nuevo, imagen.

Uno de esos teóricos románticos que veía en lo que queda el lugar desde el que construir lo que vendrá, escribió que las ruinas tan sólo nos devolverán preguntas. La propuesta de Lafont interroga una sala en blanco. Quizá algunas de estas preguntas sean las mismas que el propio artista escribía en los cajones de sus antiguas casas. No podremos leerlas, pero Lafont nos ha permitido que nuestra mano busque y rebusque. ¿Se abrirá un espacio o habrá que imaginarlo? Tiren del pomo.

Ada Naval